24 marzo, 2017

El desaparecido que, todavía, vive. (1977) ElHombre3 (blog)

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martes, 21 de marzo de 2017

Los que leen siempre este blog no van a encontrar nada demasiado nuevo, es que se viene el 24 de marzo y pensé que el público se renueva y que ser un desaparecido vivo, a veces incluso coleo, no es algo tan frecuente.

Bueno, resultó que yo era de la JG, al parecer nadie se acuerda que existió esa organización, era una escuela de futuros militantes/cuadros del PRT. Eso fue para el 75, a fines del 75 empezamos a sentir el cambio de clima, muchos pibes menos convencidos o más realistas, empezaron a abandonar la organización. El PRT recibió muchos golpes para fines del 75, eso es algo de lo que podemos dar fe ahora pero, en su momento, hablábamos de que era un “momento de la lucha” o de “reflujo” o lo que sea por el estilo. La verdad es que el PRT-ERP venía tan golpeado que había terminado por proponer una tregua, pero los milicos tenían otros planes.


Al empezar el 76 al PRT ya no le quedaba mucho, habíamos tenido batidas, caídas varias, nos pasamos, al menos nosotros, escapando de un lugar a otro. Creo recordar que para marzo-abril del 76 había caído gente de la dirección nacional de la JG y anduve escondido, nos escondíamos en casas de parientes, amigos, había gente que dormía en baldíos o armaba carpas como si estuviera de vacaciones.

A mitad de año la cosa se puso peor, en el 75 estábamos en el Nacional Buenos Aires y, éramos pésimos militantes, nos habían echado a todos, mejor dicho, los mejores militantes habían quedado en el colegio, esta historia ya la conté, dicen que los secuestraron haciendo una pintada, en un rincón perdido de Barracas. A partir de ese momento los que habíamos sido del nacional estábamos obligados a escondernos donde pudiéramos. También cayeron, no tengo idea de cómo ni cuando, compañeros de la UES, nos enteramos porque algunos eran de los que se llevaban bien con nosotros, solamente los conozco por el sobrenombre, me dijeron que eran Pepe, Toribio y Martincho, dicen que, al menos en un caso, los mataron en un enfrentamiento.

Yo no pude sostener la clandestinidad, la gente no habla de eso pero, para llegar a ser un combatiente revolucionario, se puede tener asma como el Che pero hay que tener un sistema inmunológico a toda prueba, después de meses de vivir, más o menos, en la calle terminé con una meningitis machaza. Pasé meses internado y mi casa, que era donde se reunía, entre otras cosas, la dirección nacional de la JG, no cayó. Cuando me levanté de la cama todavía andaba dando vuelta una JG residual lo que estaba bastante bien para mi que también había quedado medio residual. Una de las tareas, absurda en el contexto, de aquella JG era armar una biblioteca, la biblioteca constaba, pura y exclusivamente, de tomos de obras completas de Lenin. Llevar todos esos tomos al departamento donde vivía con mis viejos hubiera sido un peligro, una violación flagrante a todos los protocolos de seguridad. Le pedí la llave de la farmacia donde trabajaba a mi viejo y, haciendo como 5 viajes, me fui llevando los tomos blancos, con un grabado con la carita del pelado, de la editorial Cartago que era del PC.

A principios del 77 la cosas pintaban mejor que nunca, estaba bastante recuperado, las secuelas de la enfermedad me iban a perseguir más adelante, la gente de la JG empezaba a reorganizarse, los montos todavía estaban en la calle, la dictadura estaba políticamente aislada, siempre creemos esas cosas, y, sobre todo, el departamento, si no había caído hasta entonces, ya no iba a caer más, después de todo porque no tener un poco de suerte entre tanta desgracia.

Me vinieron a buscar, era de noche tarde pero no de madrugada, uno de los últimos días de enero de 1977. El portero nos conocía y, tal vez haya pensado en avisarnos, a lo mejor creyó que se trataba de un mal entendido. Empezaron a golpear la puerta y a identificarse como “ejército argentino”, ese fue un instante decisivo, mi vieja estaba poco al tanto de la verdadera situación, si hubiera sabido que los pibes, que venían siempre a casa, estaban en su mayor parte desaparecidos y muertos, lo hubiera pensado mejor, antes de abrir la puerta, si la vieja se hubiera demorado, hubiese podido escabullirme por una ventana. Los milicos vinieron porque, nunca he terminado de estar del todo seguro de eso, la farmacia se incendió y cayeron los tomos.

Los tipos que entraron me parecieron de gran estatura y venían armados, llevaban una ropa curiosa de “paramilitares” medio ropa de fajina de ejército, medio ropa de civil, al parecer, como parte de sus correrías, le robaban ropa a los secuestrados y se la ponían. Robaban todo lo que tuviera valor, frente a la enormidad de los crímenes que cometieron eso queda como una banalidad. Estaban borrachos y drogados, cualquier acto de resistencia más o menos organizado hubiese terminado con estos tipos muertos, se nota que hay muchos en el lugar de donde vinieron, me pregunto si, estos, perejiles, carne de cañón, habrán ido en cana. En cuanto entraron, después de atarnos y meternos culatazos, empezaron a revisar papeles, les interesó una libreta con teléfonos, preguntaron hasta el último nombre. Mi viejo, probablemente el acto de coraje más grande que he visto en mi vida, les dijo que, si me llevaban a mí, que lo llevaran a él también. Nos metieron en una camioneta, me da la impresión de que era de esas marrones del ejército, nos tiraron al piso y pusieron sus pies arriba nuestro. Salimos a dar vueltas, tenían otras camionetas y también subieron alguna gente a la nuestra.

Algunos, fachos, discuten sobre la cantidad de desaparecidos, deberían preguntarle a los milicos, todo lo que vengo describiendo parece parte de un plan sistemático, es seguro que saben a cuanta gente querían hacer desaparecer, todo indica que se trataba no de secuestrar determinado tipo de gente sino de cumplir con determinado número.

Uno de los detalles por los que siempre pensé que estábamos en la ESMA es que, en algún momento, pasamos por el túnel de libertador que pasa bajo el tren en Belgrano, no me pregunten como me di cuenta, solamente lo sentí.

Otro detalle que, al parecer coincide, era esa especie de galpón lleno de columnas que eran como de hierro, me llevaron a pasear y me daban la cabeza con ellas. Todavía ahí nos interrogaron, una especie de empleado de comisaría. Hasta ese momento estaba convencido de que me iban a matar más o menos rápido pero el interrogatorio tuvo algo de desidia, no había nada respecto a mí que les resultara interesante. Supongo que me salvó mi aspecto físico, tenía 16 años pero aparentaba menos, hubiese sido un poco más alto, con más barba y más morrudo y probablemente me tiraban en el río. De ahí nos llevaron al chupadero, te dejaban encadenado a una pared con una cadena corta que no te permitía ponerte de pie. En cuanto me pareció seguro, me saque la venda que llevaba en los ojos, el “tabique”, vi un par, al menos, que estaban con sangre, uno respiraba con dificultad, no le faltaba mucho, otros que estaban de buen ánimo, yo también pero lo mío era un acto de inconciencia, mi viejo no se sacó el tabique pero después resultó que recordaba más cosas, y más gente, que yo, lástima que murió hace 25 años. La orientación era que nadie daba su nombre, realmente un pavada. Nadie podía sobrevivir ahí más de unas semanas, por eso deduje que todos eran, más o menos, recién llegados. Me llamó la atención una chica embarazada, me acuerdo que había un pibe, ahora lo veo como un pibe, que parecía ser el compañero de la piba, siempre me pareció que hablaba con acento chileno o mendocino que es indiferenciable, me acuerdo porque este cumpa trataba de darnos ánimos, la chica estaba muy panzona y, creo, llevaba una remera roja, dios quiera que no estuviera cubierta de sangre. Era morena, de tez clara, muy bonita. De la chica me han preguntado varias veces, no se más que lo que escribí acá. Nos trajeron restos de asado para comer, argentina tierra generosa. Cuando se les ocurría, traían un tacho para orinar, terminábamos orinando contra la pared, de modo que el lugar olía muy agradable. Mi táctica, no se si lo más razonable, fue dormir todo lo que pudiera para hacer pasar el tiempo y conservar la energía. A veces se llevaban a alguno, a veces, volvían hechos mierda y, a veces, no volvían, no creo que nadie saliera de ahí caminando por la puerta y no me imagino a esos angelitos diciéndole a alguien: “vuélvase a su casa que nos equivocamos, amigazo”. Para el segundo día descubrí que la cadena no estaba tan firme en la muñeca, decidí, por las dudas, espiar como era el lugar. Las paredes tenían pintadas que decían insensateces como “nacionalismo por la razón o la fuerza”. Había una ventana que tenía rejas, del otro lado se veía un campo verde, unas vías, tal vez hubiera un trencito abandonado y el río. En donde declaré me dijeron que si, que era la ESMA.

A la mañana, creo que fue de mañana, del cuarto día me llevaron en un auto de civil de la cana, pienso que era la cana, y me dejaron en la calle moreno al 1200: superintendencia de seguridad federal o algo así, era una parte de la cana que se ocupaba de operaciones de inteligencia y que le decíamos “coordina”. Cuando entramos a la cana nos taparon la cara con una remera como si fuéramos delincuentes. Aun después de todos estos años, me sigue pareciendo gracioso.

Todavía estábamos secuestrados pero esa es otra historia.

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