05 noviembre, 2014

Adiós a la verdad, Gianni Vattimo



Ayn Rand utiliza la metáfora de un astronauta perdido en un planeta extraño para ordenar las fases por las que el pensamiento filosófico debe transitar. Cuando el astronauta abre los ojos, y ante él se expande un mundo totalmente extraño, se hace tres preguntas:¿Dónde estoy? ¿Cómo lo sé? ¿Qué debo hacer?

Luego del planteamiento de las tres preguntas esenciales para que el astronauta logre entender su posición en el cosmos, Ayn Rand hace corresponder una determinada área de la filosofía a cada pregunta: la primera da nacimiento a la metafísica; la segunda, a la epistemología (aunque otros prefieran gnoseologíao teoría del conocimiento); la tercera, a la ética.

Siguiendo el planteo de Rand, podemos decir que este ensayo de Gianni Vattimo (Italia, 1936) se ubica entre la segunda y la tercera etapa del pensamiento filosófico, es decir, entre el epistemológico y el ético-político.


http://clubdecatadores.wordpress.com/2012/11/17/adios-a-la-verdad-gianni-vattimo/

Vale aclarar que muchos filósofos postmodernos suelen negar el primer estadio de Rand, en el sentido de que para ellos pensar la metafísica como correspondencia de los hechos fácticos con el pensamiento o la “verdad” discursiva no hace más que generar distorsiones violentas en el ámbito de lo político; y entonces comienzan con un diagnóstico historicista de la sociedad específica donde ellos viven, y luego dan posibles soluciones (lo que se llama “filosofía pragmática”) a los problemas locales, siempre con afán de disminuir la violencia y mejorar la convivencia y la comunicación. Vattimo no se divorcia de esta línea.

Para cumplir este objetivo, trae a la palestra (un poco sin fundamentarse más que en la constatación de que los italianos, y él, creen en Dios; y, además, que la única característica, más o menos en común, que tiene Europa, que de por sí es un concepto “artificial”, es el cristianismo) el concepto de Dios, como elemento necesario para mejorar las condiciones de convivencia. Pero no ese Dios tradicional metafísico, que dirige a la sociedad según lo Bueno y lo Malo, según cierta “Verdad” revelada en la Biblia, sino un “Dios relativista”, que comulgue con las características de una sociedad de “pensamiento débil”, multicultural, “abierta” (en términos popperianos).
Esta vuelta al concepto de Dios es el punto flojo del ensayo, que termina por hacer sucumbir cualquier logro intelectual.

Dedica, entonces, una considerable parte del libro al tema religioso en la época contemporánea. Se opone tajantemente a la Iglesia y se ubica del lado de la doctrina de Cristo, sin interpretaciones católicas mediadoras que intenten posicionarse como “verdades” religiosas. Aquí se ubica en el paradigma hermenéutico, ya que retoma la prédica de Cristo y la “interpreta” para hacerla actual.


Si la iglesia continúa pensando la fe como un depósito de verdades más ciertas que las que asegura la ciencia, por ejemplo, profesando aún un creacionismo más o menos literal o pretendiendo imponer a las instituciones estatales su propia “antropología bíblica”, terminará fatalmente por sucumbir, en un mundo donde la ciencia y la conciencia de los derechos son un patrimonio cada vez más común. Hablar de un Dios kenótico o “relativista”, significa tomar en consideración que la época de la Biblia como depósito de “saber” verdadero, garantizado por la autoridad divina ha pasado por completo, y que esto no es un mal al cual intentar adaptarse en espera de poder combatirlo con mayor decisión, sino que forma parte de la propia historia de la salvación.

Entonces, el valor cristiano fundamental que rescata Vattimo y que considera esencial para forjar una solución para los problemas de época (problemas de convivencia, intolerancia, racismo, sexismo, enorme brecha entre los sectores favorecidos y los necesitados) es la “caridad”. “Deus caritas est” reza una de las prédicas, entonces, más importantes de la doctrina cristiana.

Concluye este apartado diciendo que debe fundarse un “cristianismo no religioso”, en cuya noción de “caridad” pueda sostenerse la idea de que las sociedades cambian y hay que entenderlas en sus condiciones socio-históricas: no son eternas e inmutables, y por tanto, no pueden regirse por una “verdad” eterna e inmutable.


…la interpretación es la idea de que el conocimiento no es el reflejo puro del dato, sino el acercamiento interesado al mundo con esquemas que también son cambiantes en el curso de la historia.

Aquí se opone definitivamente al kantismo, es decir, de que existe un esquema racional fijo, intemporal y ahistórico, para analizar y conocer el fenómeno; estos son: el tiempo, el espacio y las categorías.

Y aquí regresa al tema epistemológico, pero intercalándolo con la importancia del cristianismo. Para eso, trae a Dilthey, que propuso que “el primer martillazo contra la metafísica como objetividad lo dio el cristianismo”, ya que San Agustín pronunciaba que “in interiore homine hábitat veritas”.

Parece que Vattimo, al citar el error de Dilthey, obvia, no inocentemente, a Sócrates, quien a través del diálogo y la mayéutica (la extracción, mediante preguntas, de la Verdad dentro del interlocutor) ya concebía la Verdad como subjetiva, en tanto surgía de la concatenación de premisas de los interlocutores y no de la contemplación objetiva del entorno.

Vattimo considera que el cristianismo, y su valor más importante, la caridad; y la hermenéutica como herramienta estratégica para conocer la realidad y por tanto sentar bases éticas “débiles”, es lo que les hace falta a los europeos para mejorar como sociedad. Y la “caridad” es el valor cristiano que más comulga con el pensamiento débil, según el filósofo:


…no nos ponemos de acuerdo cuando hemos descubierto la verdad, decimos que hemos descubierto la verdad cuando nos hemos puesto de acuerdo. Lo cual también significa que en el lugar de la verdad entra la caridad.

Al final del libro, habla de la “conversión” y la “catástrofe” que conlleva la misma: es decir, que hay una necesidad de cambio radical y hay una imposibilidad o una clara dificultad para logarlo. El imperialismo y la globalización impiden que se dé un suceso “auténtico”, al decir de Heidegger, ya que la “autenticidad”, la “conversión”, no deben darse individualmente, en cada uno de los entes, sino que debe haber una conversión en el Ser.

Por último, nos trae a Hegel y su noción de “clásico” (logro histórico, indicador de camino, referencia para sociedades y generaciones enteras, lo que da autoridad a lo “verdadero” pragmático, que es reconocido en cuanto está bien para nosotros), para proponer que aún en la formación de la comunidad histórica, en el nosotros de Rorty, puede existir un arbitrio contra las opiniones infundadas.

Calificación: regular
Título original: Addio alla veritá (2009)
Traducción del italiano: María Teresa d´Meza.
Editorial Gedisa, Barcelona, 2010
ISBN: 978-84-9784-167-2

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